Fue top 40 del ranking mundial, venció a Pete Sampras en su mejor momento y compartió cancha con leyendas como Iván Lendl. Se retiró antes de los 27 años, agotado por las lesiones, pero nunca se alejó del tenis. Hoy, Gabriel Markus vive una etapa distinta: acompaña el desarrollo de sus tres hijas —Katja, Carla y Camila—, quienes siguen sus pasos en el circuito profesional.
“Mi única ilusión era poder jugar con ellas un fin de semana, compartir algo divertido juntos”, recuerda Markus, nacido en Buenos Aires el 31 de marzo de 1970. Su carrera como jugador fue tan intensa como breve: debutó en el circuito con apenas 18 años y se retiró ocho temporadas después, tras una serie de lesiones que lo llevaron al límite.
Un talento precoz que se apagó demasiado pronto
En su mejor época, Markus llegó al puesto 36° del ranking ATP, fue parte del equipo argentino de Copa Davis y conquistó un título en Niza 1992, donde firmó su victoria más recordada: derrotó en semifinales a Pete Sampras, una leyenda del tenis mundial.
“Antes también había vencido a mi ídolo de chico, Iván Lendl”, rememora.
Su carrera, sin embargo, tomó un giro doloroso. Durante Roland Garros 1994, cuando intentaba regresar tras una serie de molestias físicas, sufrió la rotura de ligamentos en la rodilla. Desde entonces, nada volvió a ser igual.
“Tuve ocho cirugías en la rodilla izquierda y una en la derecha. Fueron años de rehabilitación constante, trabajando 10 o 15 horas por día, probando todo lo posible. Gasté absolutamente todo lo que tenía buscando una solución”, confiesa.
Finalmente, en noviembre de 1996, a los 26 años, Markus decidió retirarse: “Fue una carrera corta, pero muy intensa. Y, a pesar de todo, la recuerdo con satisfacción”.
El entrenador detrás de grandes figuras
Lejos de alejarse del tenis, Markus encontró un nuevo propósito como entrenador. Formó parte del equipo técnico de varios de los mejores tenistas argentinos de las últimas décadas, como Guillermo Coria, David Nalbandian, Agustín Calleri, Franco Squillari, Juan Ignacio Chela y José Acasuso.
Su experiencia trascendió fronteras: trabajó también con Marat Safin, ex número uno del mundo, y con el francés Richard Gasquet.
“Después de retirarme, sentí que todo lo que había aprendido no podía quedar guardado. Entrenar fue una manera de seguir conectado con lo que amo”, resume.
Padre, entrenador y compañero de viaje
Hoy, Markus atraviesa otra etapa de su vida, donde el desafío pasa por combinar dos roles difíciles: ser padre y entrenador de sus tres hijas.
Katja (20), Carla (19) y Camila (16) se formaron entre raquetas y pelotas, pero su vínculo con el tenis no fue inmediato.
“De chicas hacían equitación, gimnasia artística y deportiva. El tenis era apenas un juego de fin de semana. Pero con el tiempo, fueron eligiéndolo solas”, cuenta Gabriel. “En algún momento hubo que decidir, porque era imposible hacerlo todo”.
Tras la pandemia, decidió acompañarlas de cerca. “No transmitirles lo que aprendí hubiera sido una lástima”, dice, aunque reconoce que no siempre es sencillo:
“A veces no es fácil saber cuál es el límite entre padre y entrenador. Trato de cumplir ambos roles lo mejor posible. Como padre, estar presente; como entrenador, dar lo mejor, aunque no siempre acepten lo que digo”, se ríe.
La logística familiar también es un reto: “Siempre hay alguna que queda sola o que no va a un torneo importante porque no tengo con quién mandarlas. Intento ser equitativo, pero no es fácil con tres hijas compitiendo al mismo tiempo”.
Las tres hermanas Markus, el nuevo proyecto familiar
Katja, la mayor, fue la primera en ingresar al profesionalismo y hoy representa a la Nova Southeastern University en Fort Lauderdale, dentro del circuito universitario estadounidense.
Carla, de 19 años, es la más consolidada del trío: ocupa el puesto 605 del ranking WTA, con una final, dos semifinales y participaciones destacadas en los torneos WTA 125 de Cali y Tucumán.
Camila, la menor, cerró el 2024 como la mejor junior de Sudamérica y empieza a dar sus primeros pasos en el circuito profesional.
“Jamás imaginé que competirían internacionalmente. Uno nunca sabe lo que puede pasar, así que no quiero perderme la posibilidad de estar cerca de ellas y disfrutarlo”, afirma Markus, con una mezcla de orgullo y serenidad.
De vencer a Sampras a compartir viajes con sus hijas por el mundo, la historia de Gabriel Markus atraviesa varias etapas, pero mantiene un hilo común: el amor por el tenis.
“Todo lo que viví me enseñó a valorar cada día dentro de una cancha”, dice. “Y ahora, verlas jugar, esforzarse y crecer… es el mejor premio que me podía dar este deporte”.










